La Fábrica de Hierros de El Pedroso tuvo los primeros Altos Hornos Industriales de España. Verás la majestuosa fábrica que emerge entre las montañas y podrás desentrañar los secretos que guarda entre sus muros y comprender los motivos que llevaron a la compañía a su quiebra.
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Sin lugar a dudas, es una actividad donde conectar y dejarse llevar por su naturaleza, sumergiéndose a la vez en la historia industrial y misterios que envuelven la fábrica.
Te recomendamos esta actividad si ya has visitado las Minas de La Lima o el Centro de la Cultura Escuelas Nuevas para cerrar el círculo y ser un experto en la historia industrial de El Pedroso
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La frase que encabeza esta página, de Tomás de Guseme, Gobernador de Lora del Río en 1757 y uno de los promotores del descubrimiento de Munigua, forma parte de los primeros datos escritos sobre la actividad metalúrgica que desarrollaba la Munigua Romana, y que recoge el informe que se hace para la Academia de las Buenas Letras de Sevilla, tras una de las primeras visitas al municipio muniguense.
Los dos períodos del desarrollo de esta ciudad, que llegó a ostentar el título de Municipium Flavium Muniguensis, van de la segunda mitad del siglo I a.C., a la primera mitad del siglo I d. C, dedicados a la explotación y metalurgia del cobre. Y uno segundo, que parte de esta fecha hasta la primera mitad del siglo III, en que el hierro sustituye al cuprífero metal.
En el cobre, parten de las explotaciones de los anteriores ocupantes, localizadas en la zona más cercana y hasta Puerto Cid. Ello deriva en un agotamiento de estos yacimientos que reemplazan por el de hierro, más alejado, pero que las mineralizaciones de hierro de El Pedroso cubrirán con creces, tanto en cantidad como en calidad, pues domina el mineral masivo en bolsadas de magnetita y diques de oligisto, con altos contenidos en hierro que van del 58 al 64%. Las minas más importantes fueron La Lima, en galerías, y Navalázaro a cielo abierto.
Junto a la actividad minero metalúrgica, Munigua mantenía una importante actividad agrícola y ganadera, dando fe de ello los dos torcularia (prensa de aceite) encontradas en sendas casas. Así mismo, las excavaciones han aportado vestigios de una importante ganadería especializada en porcino y bovino junto a otra menor de cabras y ovejas. Encontrándose, también en la dieta de sus habitantes, la caza mayor y menor aún existente en la zona.
Después de esta época, y en el período visigodo, la actividad minera decae en toda Andalucía y se centra en Jaén y Río Tinto.
Algunas fuentes de época musulmana citan el Cerro del Hierro, pero la recuperación solo comenzará con la conquista y repoblación cristiana a partir del S. XIII.
Será ya en 1499 cuando se concierte el Real Asiento sobre las minas de El Pedroso y Constantina. Sucediéndose concesiones para su explotación entre 1514 y 1539 sobre las minas de El Pedroso, Constantina, Alanís, Cazalla, La Puebla de los lnfantes y San Nicolás del Puerto.
Habrá que esperar hasta Felipe II para que, durante su reinado, se promulgue una adecuada ley de minas que dio lugar a que se potenciara esta actividad.
Para 1829 ya estaban activas las minas de Monteagudo, El Fontanal, el Cañuelo, Rosalino, San Julián y Juanteniente. Tras continuas pérdidas, los socios de la Compañía de Minas de Hierro de El Pedroso y Asociados, tienen el acierto de contratar al experto Ingeniero D. Francisco Antonio de Elorza, militar exiliado por el apoyo que dio al General Torrijos. Serán innumerables las dificultades que supere la tenacidad con que cuenta el nuevo director facultativo de la Ferrería de El Pedroso.
Pese al aislamiento y lo abrupto del terreno, construyó caminos para conectar las minas con la factoría, con lo que no sólo salvaba los obstáculos físicos para la producción, también proporcionó a los habitantes del entorno unas comunicaciones de las que carecían.
Más de 500 trabajadores, algunos con sus familias, llegaron a afincarse en el lugar, y más de dos mil familias vivían de la actividad directa que generaba esta industria, cuyo prestigio la lleva a ser merecedora de la Medalla de Oro de la Exposición Industrial en 1841.
En 1844, Elorza es contratado por la fábrica de Trubia (Oviedo), pero no sólo ha dejado los hierros de El Pedroso al más alto nivel de calidad y producción, aparte de la infraestructura, marcó nuevas formas de trabajo, estableciendo las relaciones laborales en base a contratos y distintos servicios sociales.
El período de Elorza finaliza en el auge de la producción andaluza que con las Factorías de Fábrica de El Pedroso y la de Río Verde en Marbella, generan en esos momentos cerca del 80% del hierro que se producía en España, dejando a pleno rendimiento, en ambas localidades, los primeros altos hornos al carbón vegetal y afinación y laminación a la hulla que se construyen en nuestro país.
Ni la calidad de su hierro, que se utilizó para hacer el Puente de Isabel II o las rejas de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, ni la de sus elaborados, que van desde las vertederas de los arados hasta grandes grúas como la del Puerto de Sevilla o las famosas limas de El Pedroso, ni los premios recibidos, harán posible salvar la caída de las empresas que abordaron esta industria andaluza.
Madrid en 1841, Viena en 1851 y Londres en 1873 reconocerán estos valores otorgándole la gloria en sus Exposiciones Internacionales. Pero al tiempo, el Puerto del Támesis es el punto de embarque del coque, que llega a las fábricas del norte de España a un menor coste que al incomunicado sur.
No hay favores arancelarios por parte del gobierno. El carbón vegetal seguirá siendo nuestro principal, costoso y poco rentable combustible.
El ferrocarril, que podría haber unido Peñarroya a El Pedroso, abasteciendo a la fundición de carbón mineral, nunca lo haría. Y el que diera salida comercial entre Mérida y Sevilla llegó en 1884, ya demasiado tarde para la Compañía de Minas de El Pedroso y Agregados, que cerró sus puertas ese mismo año.
En 1877, surge un nuevo intento empresarial, creándose la Compañía de Minas y Fábricas de Hierro de El Pedroso, pero 11 años después dará por finalizado este periodo siderúrgico en nuestra comarca y en consecuencia en Andalucía.
El cierre de la compañía, arrastró a accionistas y acreedores pese a que la sociedad estaba en manos de personas solventes, pero la visión que tenían del negocio no fue la acertada, y según la prensa de la época, la Revista Minera 1888, “no estaban a la altura que técnicamente se les debería exigir para su explotación y rendimiento”, a lo que se unió, según este medio, la descoordinación entre actuaciones industriales y comerciales. Centrando el fracaso final, en las decisiones equivocadas del Consejo de Administración.
Dimensionaron una fábrica excesiva, con necesidad de situar en el mercado un gran número de productos, cuando se debió mantener una producción menos técnica y sacar al mercado productos más especializados a partir del procedimiento Bessemer, un sistema para fabricar en serie lingotes de acero, de calidad y a bajo coste.
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