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Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación – Turismo El Pedroso

Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación

Es un edificio realizado en sillería mampuesto y ladrillos, constituido por una sola nave distribuida en cinco tramos y capilla mayor cuadrangular. En el costado derecho de ésta se adosa una capilla cuadrada. Además, situada en el muro de la Epístola encontraremos la Capilla Sacramental.

 

La torre construida en sillería, se sitúa en el muro del Evangelio, y presenta dos cuerpos rematados con un chapitel piramidal. El templo dispone de dos portadas, una de ellas se abre en el muro del Evangelio y se encuentra al mismo nivel que la Plaza Mayor. La otra portada se sitúa en el muro de la Epístola y se accede a ella a través de una gradería que conduce a un pequeño atrio.

 

Las dos portadas son de esquema adintelado, se flanquean por pilastras y presentan frontones en el remate.

El horario de atención al público es de 9:00 a 13:00 horas y su acceso es gratuito.

Ahora vamos a entrar en detalle sobre cada parte de esta obra arquitectónica de la mano de la «voz» del escultor jiennense Juan Martínez Montañés.

Comenzamos…  

Saludos amigos y amigas. Os sirve el mismo Juan Martínez Montañés. Probablemente os suene mi nombre pues fui un célebre escultor de mediados del siglo XVI. Nací en Jaén, me formé en Granada y establecí mi vida y obra en Sevilla de la que la posteridad ha tenido a bien nombrarme como máximo exponente de su escuela de imaginería. 

 

Tengo el noble honor de acompañaros en esta visita porque un lazo único me une a esta localidad de El Pedroso. Pero no deseo ahora adelantarme en el relato. Empecemos como nuestro señor manda, por el principio.

 

Nos encontramos en la Iglesia de Nuestra Señora de Consolación. Situada en la plaza de la Constitución es un templo católico que data del siglo XV. Fue inscrita, con carácter específico, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz en 2002.

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Arquitectura

Este edificio realizado en sillería mampuesto y ladrillos está constituido por una sola nave distribuida en cinco tramos y capilla mayor cuadrangular. En el costado derecho de ésta se adosa una capilla cuadrada. Además, situada en el muro de la Epístola encontraremos la Capilla Sacramental.

 

La torre construida en sillería, se sitúa en el muro del Evangelio, y presenta dos cuerpos rematados con un chapitel piramidal. El templo dispone de dos portadas, una de ellas se abre en el muro del Evangelio y se encuentra al mismo nivel que la Plaza Mayor. La otra portada se sitúa en el muro de la Epístola y se accede a ella a través de una gradería que conduce a un pequeño atrio. Las dos portadas son de esquema adintelado, se flanquean por pilastras y presentan frontones en el remate.

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Historia

Originalmente fue una Iglesia gótica de tres naves, de la que únicamente se conserva la llamada Capilla de San José, que puede fecharse en torno a 1400. En el siglo XVI (1556-1561) se produciría una ampliación del templo dirigido por el Maestro albañil Diego Sánchez, que construyó los dos primeros tramos de la nave actual. A consecuencia del terremoto de Lisboa de noviembre de 1755, la Iglesia quedó prácticamente destruida. La reparación fue dirigida por Pedro de Silva, Maestro Mayor de Obras del Arzobispado de Sevilla. A finales del siglo XVIII, Antonio de Figueroa construyó los restantes tramos de la iglesia actual. Con posterioridad a estas obras hubo nuevas actuaciones que no tuvieron una decisiva importancia, exceptuando la restauración que ha sufrido la Iglesia en fechas recientes.

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Capilla

Pedro Díaz de Palacios, Maestro Mayor de Obras del Arzobispado de Sevilla, se comprometió a construirla en 1575. Esta Capilla Sacramental, es de planta cuadrada, y lleva una cubierta con bóveda vaída en la que por el cruzamiento de cinco circunferencias concéntricas con 24 baquetones o nervios de sección cuadrada, se forman una serie de casetones trapezoidales, característicos de la época en que se construyeron. Esta bóveda está rematada por una linterna construida en el mismo estilo. Pedro de Silva en 1758 consideró imprescindible desmantelar su tejado y volver a tejarla de un modo específico, reforzando asimismo su cubierta; otras de sus recomendaciones fue construir un acceso que la comunicase con la capilla colateral del testero.

 

Esta capilla está decorada con pinturas murales que abarcan la totalidad de la bóveda y la mitad de los muros aproximadamente, en ellas aparecen representadas escenas evangélicas diversas y algunas figuras de santos con sus atributos respectivos, obra de Rafael Rodríguez Hernández y Rafael Blas Rodríguez y datadas en la segunda mitad del siglo XX; el resto de los muros lleva una decoración de azulejería.

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Torre

Se sitúa en la parte correspondiente a la cabecera. Fue realizada con sillares y en la estructura se pueden apreciar varios cuerpos sirviendo de remate de los mismos chapitel piramidal, el cual aparece recubierto de azulejos azules y blancos.

 

Un amplio apartado del informe redactado por Pedro de Silva sobre la Iglesia de Ntra. Sra. de la Consolación en el siglo XVIII está dedicado a la estructura y configuración de la nueva torre: tenía previsto que fuese una torre suficientemente fuerte desde los cimientos a los muro y en el interior de la torre tenía que ir alojada una escalera con peldaños de ladrillo, también había que procurar que esta tuviera el mayor número posible de saeteras para dotarla de una mayor iluminación. En el informe también se señala que la torre tendría tres cuerpos: una base «imposta», como indica el arquitecto, que estaría al nivel que el caballete de la cubierta de la Iglesia: a continuación un banco apilastrado. y por último, el cuerpo de campanas, también apilastrado. Sobre éste estaría situada una aguja construida en ladrillo y recubierta con azulejos cuadrados; la torre se completaría con una veleta y una cruz. Quedaría por hacer referencia a la caja del reloj y las campanas, cuyo costo no estaría dentro del presupuesto final de las obras, sino que serían costeados por la población, de acuerdo con lo establecido por el arquitecto.

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Portadas

El templo dispone de dos portadas, una de ellas se abre en el muro del Evangelio y se encuentra al mismo nivel que la Plaza de la Consolación. La otra portada se sitúa en el muro de la Epístola y se accede a ella a través de una gradería que conduce a un pequeño atrio. Las dos portadas son de esquema adintelado, se flanquean por pilastras y presentan frontones en el remate. Fueron talladas en el año 1780, por Francisco del Valle, Maestro de Carpintería del Arzobispado de Sevilla.

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Altar mayor

El Altar Mayor de la Iglesia fue tallado por el escultor Luis de Baias en 1723. El altar consta de banco, un cuerpo dividido en tres calles y ático. El banco, articulado en tres calles por medio de pedestales, muestra al centro el tabernáculo sacramental: en las calles laterales de este banco se abren las portezuelas que como se prescribía en el contrato conducen a la hornacina del camarín y al manifestador.

 

El primer cuerpo aparece articulado en tres calles, con una alternancia de la columna salomónica y el estípite. El ático ofrece la consabida distribución tripartita, a eje con las líneas divisorias del cuerpo principal, con el que enlaza visualmente a través de unos jarrones situados a plomo de los dados de entablamiento. y cornisa que separan uno y otro. Así deja en el centro la hornacina abierta en arco de medio punto casetonado, que cobija la imagen de un Crucificado prevista en el contrato.

 

En cuanto a la imaginería que ocupa los diferentes registros, figuran hoy día todas las previstas en el contrato. La hornacina central esta ocupada por una escultura de la Virgen con el Niño, que se atribuye a Jerónimo Hernández, esta escultura supone una transición entre el estilo de las obras de la primera etapa del artista y el de los últimos años, donde la frontalidad y la verticalidad de las imágenes se van suavizando cada vez más. En las calles laterales del retablo figuran las esculturas de San Pedro y San Pablo, y en el ático aparecen representaciones de San Isidro, San Leandro, San Miguel Y Crucificado obra de Bartolomé García Santiago.

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La Inmaculada 

Esta Inmaculada es la primera talla que yo, Juan Martínez Montañés, realicé sobre este tema. Aquí está representada la Virgen con un rostro de niña, que la hace especialmente atractiva. 

 

Es una bellísima Virgen aniñada, de poético y bello talante, cuyo concepto cambiará años después hacia la sublime interpretación de la Theotocos. La representé en oración, la mirada baja y las manos puestas oracionalmente en forma ovalada.

 

Esta imagen la realicé entre 1606 y 1608. A los pies de la Virgen hay sólo una cabeza de ángel con las alas extendidas, que más tarde se van a multiplicar al menos en tres. No cabe duda que en esta obra parece como que se adivina y se manifiesta en el rostro, a través de los rasgos como de niña, el misterio de la Inmaculada Concepción que llevaba dentro. El manto lo  recoge bajo los brazos, con una talla espléndida de los pliegues, en los que aparece también un rico estofado.

 

En la parte alta del retablo de la Inmaculada había una pintura de la Virgen de Guadalupe que, al ser retirada para su limpieza, se encontró que detrás ocultaba una espléndida tabla de Santa Catalina, pintada por el artista holandés Hernando Esturmio (c. 1515-1556). Quizás el hecho de haber estado cubierta por la otra pintura, hizo que su estado de conservación fuera excelente. El haber añadido esta tabla al pequeño retablo, dio mayor relieve todavía a la imagen de la Inmaculada Niña, que tiene en esta imagen de la Virgen de Montañés uno de mis mejores tesoros.

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Retablo de la Capilla

En la cabecera de la capilla se sitúa un retablo que data de principios del siglo XVIII, y que pertenece al estilo neoclásico; es un retablo dorado cuya estructura está formada por tres cuerpos superpuestos y como elemento arquitectónico presenta columnas estriadas de orden corintio. 

 

El cuerpo principal contiene una de mis esculturas más importantes, una Inmaculada. El retablo se culmina con un ático donde se asienta una escultura que representa a Santa Teresa, fechada en la misma época del retablo, es decir, en el siglo XVIII.

 

No todos los pueblos pueden decir que tienen una imagen del maestro Martínez Montañés (se ríe con orgullo).

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Retablo de Santa Catalina

El nueve de mayo de 1606 acepté la ejecución de este retablo en su totalidad, tanto de la escultura como de la pintura, aunque existen datos que parecen indicar que la labor pictórica finalmente debió quedar e n manos de Francisco Pacheco, un gran amigo mío. La verdad sobre este hecho no os la contaré, sin embargo. Hay secretos que ni la Historia debe desvelar.

 

En este retablo se aprecia la gran influencia que tuvieron sobre mí retablistas como Miguel Adán y sus frontones curvos y partidos o la huella de tratadistas italianos, así como de escultores consagrados como Jerónimo Hernández.

 

El retablo, en sí, es muy simple y severo, y está estructurado en dos cuerpos de tres calles, un banco y el ático. El cuerpo bajo está decorado con esculturas y el alto con pinturas. Estaba presidido por la imagen de la Inmaculada, aunque ésta en la actualidad, por seguridad, se encuentra en el Sagrario y su lugar ocupado por la imagen de San José, cuyas características están en consonancia con el estilo del siglo XVIII.

 

La hornacina principal del primer cuerpo, colocada sobre el banco, fue destinada a la imagen de la Inmaculada, de bulto redondo. A los lados aparecen dos medios relieves que representan a los santos Bartolomé y Santiago. La figura de Santiago es prácticamente un alto relieve y está colocado de frente, tiene una disposición del ropaje parecida al de la Inmaculada, movido, anguloso y amplio. El otro relieve, que refleja a San Bartolomé, no está tan logrado como el anterior, aunque se aprecia una nueva manera de componer del maestro adelantando la pierna izquierda.

 

En la calle central del segundo cuerpo aparece el cuadro de Santa Catalina, hace años descubierto con la ocasión de una restauración del retablo, atribuida a Hernando de Sturmio, con claras reminiscencias estilísticas de la escuela flamenca, y que debió pintar en su taller de Sevilla en los primeros años del siglo XVI, este estaba oculto por otro de la Virgen de Guadalupe, que debió sobreponerse en el siglo XVIII. A ambos lados aparecen representados San Pedro y San Diego de Alcalá atribuidos a Francisco Pacheco, que aparecen perfectamente interpretados iconográficamente, representados de cuerpo entero, desproporcionados en relación al paisaje que tienen a sus espaldas y algo faltos de expresión.

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Retablo Cristo del Buen Fin

Hemos de destacar que hay una carencia de cualquier referencia documental; aunque la atribución a Luís de Baias la sugiere el tipo de ornamentación vegetal, que guarda fuertes analogías con el Retablo de Santa Ana. Sobre un banco ornado con hojas cartilaginosas de vigorosa talla que envuelve un medallón central con inscripción bíblica cruciforme encuadrada lateralmente por pilastras. Éste retablo sirve de marco a la figura de un crucificado, obra del escultor Pedro Millán, se suele fechar sobre el año 1500 aproximadamente. 

 

Está realizado en madera policromada, representa la imagen de Cristo muerto, de tamaño natural. La escultura está unida a la cruz mediante tres clavos y lleva el pie derecho sobre el izquierdo, la figura adopta forma de «T», contribuyendo a ello que los brazos se extienden en horizontal, sin colgar de la cruz. Es una escultura bastante estilizada; tiene el vientre abultado y las costillas aparecen perfectamente señaladas bajo la piel. Lleva paño de pureza, éste adopta un diseño muy singular, a base de plegados que nos hacen recordar las vestiduras de los personajes que encontramos en las pinturas eyckianas o las esculturas del ámbito flamenco-borgoñón. La cabeza está inclinada hacia la derecha, sus ojos están entornados, la boca aparece entreabierta y su nariz es prominente. Esta obra se sitúa en los momentos finales del gótico, cuando Pedro Millán participa como sucesor de Lorenzo Mercadante en la decoración escultórica de las portadas de la catedral de Sevilla.

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Retablo de Santa Ana

Este retablo de 1716 es también obra de Luis de Baias. Con planta quebrada, dispuesta en línea recta, de la que sobresalen los pedestales de los soportes, consta de banco y un cuerpo dividido en tres calles por medio de columnas salomónicas y ático.

 

Los paños de las calles muestran igualmente ornamentación vegetal, pero de mayor finura de talla, siguiendo una clara inspiración plateresca presente en otros ejemplos de la época. La portezuela del Sagrario opta por decoración figurativa, plasmando la alegoría eucarística del Pelícano Sobre este banco descansa el primer cuerpo, articulado en tres calles por medio de columnas salomónicas de orden compuesto, esta división del fuste en un primer tercio cilíndrico y el resto «salomónico» es muy propia de los retablos de finales del siglo XVII, lo que insiste en el carácter arcaizante de la producción de este retablista de Constantina.

 

El programa iconográfico original ha desaparecido, ocupando hoy sus registros imágenes de diversa cronología y estilo, Así en la hornacina central encontramos un interesante grupo escultórico de Santa Ana con la Virgen y el Niño, obra manierista de finales del siglo XVI que sigue el modelo iconográfico gestado en la Edad Media. En las calles laterales aparecen San Vicente de Paúl, figura de serie, y San Luis Gonzaga, que recuerda obras dieciochescas, a la izquierda y derecha del espectador, respectivamente. Y en el ático, imagen de serie de la Virgen con Niño.

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Retablo de la Virgen del Rosario

Se encuentra situado en la capilla junto a la cabecera del templo en el muro del Evangelio; el retablo pertenece al primer tercio del siglo XVII, así lo indica una inscripción que aparece en el banco del mismo, donde se señala que el retablo se asentó en el año 1630 concretamente. La estructura del retablo está constituida por un banco, un cuerpo de tres calles y un ático, las tres calles del cuerpo principal del retablo están enmarcadas por columnas estriadas de orden corintio.

 

La calle central está ocupada por una hornacina, en forma de medio punto, que contiene la imagen de candelero de la titular de la capilla, la Virgen del Rosario, fechada en el siglo XVIII. Esta calle está rematada por un frontón partido, semicircular y subdividido en tres partes mediante dos volutas.

 

Las otras dos calles del cuerpo principal del retablo son rectas y contienen relieves, en la calle izquierda se sitúa un relieve de San Juan Bautista y la calle derecha está ocupada por el relieve de San Pablo.

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Retablo de la Cartuja

El retablo de la Cartuja consta de un cuerpo principal y un ático, es del S. XVIII y presenta una gran originalidad de talla y atrevimiento en sus formas, con acabado de madera vista. Se desconoce la identidad del autor pero por el corte de gubia de la talla se aprecia la mano de un gran maestro.

 

En el cuerpo principal hay situada una vitrina neoclásica de madera de palosanto que tiene en su interior una talla de la Virgen del Rosario con el niño, datada en el S. XVII y realizada en madera policromada, parece que procede de la Cartuja de Sta. María de las Cuevas de Sevilla. En el ático está situado un busto de la Dolorosa perteneciente a la escuela granadina del S. XVII.

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